Bill Shankly aterrizó en el 59 en un Liverpool en decadencia que deambulaba por Segunda sin poder acercarse al poderoso Everton del momento; y cambió el rumbo del club, para siempre. Los signos más reconocibles del actual Liverpool, desde el rojo de su uniforme hasta el ‘This is Anfield’ con el que recibe el estadio a propios y extraños, fueron obra de este apasionado escocés que además de 3 Ligas, 2 Copas y 1 UEFA, consiguió forjar una identidad reconocible y perdurable para los reds.
Más allá de sus éxitos deportivos, en la que fue su casa (solía registrarse en los hoteles con la dirección del estadio de Anfield) se le recuerda por haber hecho feliz a la gente: ‘Bill Shankly: He made people happy’ puede leerse en la estatua conmemorativa del 100º aniversario de su nacimiento.
Tratamos de complicarlo pero todo lo que el fútbol puede llegar a ser se circunscribe a las emociones y la felicidad que provoca. Se resume en miles de miradas empujando un balón que transporta sueños infinitos sobre su estela. Pensaba en ello mientras leía la noticia de esa niña “marginada” en el colegio por vestir de blanquiazul y me costaba encontrar algo de felicidad entre las sensaciones que provoca hoy el Espanyol. Muy poco que ofrecer como contrapeso a las injusticias y a la doble moral que nos rodea.
Percibo hartazgo, agotamiento y una cierta resignación producto de ese cortoplacismo gris al que se ha visto reducida la entidad. El contexto social, plagado de sinsabores, penaliza a los equipos que, atenazados por la falta de recursos, se limitan a la resistencia y el sufrimiento. Equipos, que como el nuestro, no son capaces de alimentar con sueños y esperanzas sentimientos cada vez más difíciles de legar. Y no debería ser tan difícil hacer feliz a un perico que es capaz de celebrar los corners como victorias. Seguir leyendo “Un Espanyol que haga feliz a su gente”