Nos advirtieron por activa y por pasiva que no entráramos. Unos nos ofrecieron la decepción como menú diario, otros nos amenazaron con la marginalidad y el oprobio.
Nos señalaron el camino hacia la redención y no hicimos caso… aquí seguimos algunos, muchos o pocos, los suficientes para que no quede nada en pie hasta que el árbitro pite el último final del último partido.
Somos lo peor del peor equipo de fútbol del mundo. Somos los hijos bastardos de una historia creada por y para otros. Pero hasta en el sótano del infierno hay códigos y reglas que conviene respetar mientras nos vamos ordenadamente a la mierda:
- La meta es el camino: ni una sola señal en el universo nos invitó a unirnos al Espanyol, más bien lo contrario. Nuestro destino es fajar, encajar, caer, volver a caer y tal vez, alguna vez, levantarnos unos segundos para lanzar un golpe al aire antes de volver a caer.
- Venid llorados de casa: será feo, largo y todo apunta a que sin final feliz. Siempre fue así. La vida del 99.9% de mortales es así. No lo lamentéis por vuestros hijos, agradeced que tengan la oportunidad de aprender de qué va esto gracias al fútbol, otros tropezarán con la realidad sin un balón de por medio.
- Aceptad que el peor enemigo del Espanyol siempre ha sido el Espanyol. Sé que hoy no soportas ver la cara de los 11 jugadores que visten tu camiseta, te rasgas las vestiduras cuando miras al palco y solo ves miradas altivas y desconexión, te invade la rabia y ni tan siquiera puedes maldecir ya al pasar por Vilassar. Esas son nuestras cartas.
- Somos una familia mal avenida: 3 pericos dan lugar a 4 barricadas irreconciliables que solo se unen en los peores momentos. Y ese momento (casi siempre) es ahora.
- Tomad conciencia de una verdad incómoda: no le importamos un carajo a nadie. Repito, a nadie. Los pericos estamos solos. Somos instrumento para unos, excusa para otros y anécdota para la mayoría. Cabe la posibilidad de que no le caigamos bien ni al mismísimo dios. Esa es nuestra ventaja, nosotros ya lo sabemos.
- No tenemos nada que perder porque ya lo hemos perdido todo: nos relegaron a la cara b del fútbol, reescribieron nuestro relato y limitaron nuestra capacidad de influencia. Por eso somos tan peligrosos cuando caminamos por el alambre, somos libres.
- No esperes nada de nadie que no lleve la blanquiazul: nadie nos salvará de nosotros mismos. Haz o no hagas pero no esperes que nadie lo haga por ti.
- No busquéis razones para creer, no las hay. Sé que no crees en la salvación, yo tampoco. Es tan improbable lograrla como encontrar un solo argumento para explicar que el Espanyol siga existiendo. Y no hay más plan que volver a domar la fe para escribir otro renglón torcido. Y en eso ando yo con lo que me alcanza.
- Mañana no existe: disfruta cada previa, graba a fuego el recorrido hasta el vomitorio del estadio, memoriza cada detalle del paisaje a tu alrededor al tomar asiento… vive estos 6 meses como si fueran los últimos, porque tal vez lo sean.
- Y no olvides la primera regla del club: nosotros somos el club. A pesar de todo y de todos. Así que, aunque te maldigan en el minuto 15, arrastra a cada perico de tu entorno al estadio. Y si nunca han estado, ofréceles el mejor bautismo posible: la mayor orgía del desastre y el absurdo futbolístico que jamás conocerán.
Es el momento: deja tu fingida indiferencia en el armario y saca la bufanda del cajón, cuelga la blanquiazul en tu balcón, vuelve a tu peña, reúnete con los viejos amigos antes de cada partido y aplaude, canta, grita, anima y abraza a extraños con cada brizna de esperanza.
Nadie te lo agradecerá pero nunca te lo perdonarías.
Acepta las reglas y únete al #RCDEdelalucha.
Empezamos.