No molestes

#Yomequedoencasa
La mayoría de nosotros no somos superhéroes, simplementesomos somos gente con suerte que ha nacido en el lado bueno de la vida. Vivimos enfrascados en una burbuja de irrealidad histórica que nos ha llevado a olvidar la implacable levedad de nuestra existencia.

Ni la más alta sofisticación tecnológica nos hace ajenos a la aleatoriedad de la fatalidad. Y no es una cuestión de merecimiento, como bien saben quienes viven en lugares mucho menos afortunados en los que cada día sobrevivido es una victoria. Aceptemos esta premisa y podremos centrarnos en solucionar los problemas reales, dejando de lado supuestos problemas que no lo son, como quedarnos en casa confinados durante unas semanas.

(No somos) superhéroes

La gran mayoría de ciudadanos que estamos en casa con luz, agua, gas, conexión a Internet y diferentes formas de ocio digital y analógico no somos superhéroes, somos unos privilegiados. Los superhéroes estos días están en hospitales, reponiendo y atendiendo en supermercados o farmacias, transportando mercancías necesarias y en general, intentando que no nos falte de nada de lo fundamental.

Lo único que se nos pide al resto, es que si no estamos en disposición de ayudar, no molestemos. Sencillo. Es decir, que no nos contagiemos si podemos evitarlo y que seamos mínimamente responsables pensando en aquellos que sí podrían tener consecuencias más severas si contrajeran el coronavirus COVID19.

Los que teletrabajamos desde casa y tenemos la suerte de estar en familia, aprovechemos para hacer más llevadero el aislamiento a los nuestros y para facilitarle la vida a nuestros compañeros de trabajo. Dediquemos la energía a pensar qué podemos hacer por los demás en lugar de quejarnos pensando que el mundo nos debe algo, porque no nos debe nada. Es el momento de los deberes y la responsabilidad.

En el tiempo que nos quede cada día aprovechemos para pensar, para hablar, para ponerle perspectiva a esos “grandes” problemas del día a día que ahora nos parecen ridículos y para seguir aprendiendo cosas. Si eres curioso, tienes miles de recursos a tu alcance para saciarte (a continuación dejo unos cuantos enlaces). Y fuentes de entretenimiento inagotables de sobra conocidas.

Y si a pesar de todo lo anterior sigues sin saber qué hacer y te sientes mal por ello: abúrrete, no pasa nada. Lo único importante ahora es que sigamos la sencilla indicación que nos han dado: si no puedes ayudar, no molestes.

Algunos recursos interesantes

Las reglas del club

El RCDE de la lucha
Nos advirtieron por activa y por pasiva que no entráramos. Unos nos ofrecieron la decepción como menú diario, otros nos amenazaron con la marginalidad y el oprobio.

Nos señalaron el camino hacia la redención y no hicimos caso… aquí seguimos algunos, muchos o pocos, los suficientes para que no quede nada en pie hasta que el árbitro pite el último final del último partido.

Somos lo peor del peor equipo de fútbol del mundo. Somos los hijos bastardos de una historia creada por y para otros. Pero hasta en el sótano del infierno hay códigos y reglas que conviene respetar mientras nos vamos ordenadamente a la mierda:

  1. La meta es el camino: ni una sola señal en el universo nos invitó a unirnos al Espanyol, más bien lo contrario. Nuestro destino es fajar, encajar, caer, volver a caer y tal vez, alguna vez, levantarnos unos segundos para lanzar un golpe al aire antes de volver a caer.
  2. Venid llorados de casa: será feo, largo y todo apunta a que sin final feliz. Siempre fue así. La vida del 99.9% de mortales es así. No lo lamentéis por vuestros hijos, agradeced que tengan la oportunidad de aprender de qué va esto gracias al fútbol, otros tropezarán con la realidad sin un balón de por medio.
  3. Aceptad que el peor enemigo del Espanyol siempre ha sido el Espanyol. Sé que hoy no soportas ver la cara de los 11 jugadores que visten tu camiseta, te rasgas las vestiduras cuando miras al palco y solo ves miradas altivas y desconexión, te invade la rabia y ni tan siquiera puedes maldecir ya al pasar por Vilassar. Esas son nuestras cartas.
  4. Somos una familia mal avenida: 3 pericos dan lugar a 4 barricadas irreconciliables que solo se unen en los peores momentos. Y ese momento (casi siempre) es ahora.
  5. Tomad conciencia de una verdad incómoda: no le importamos un carajo a nadie. Repito, a nadie. Los pericos estamos solos. Somos instrumento para unos, excusa para otros y anécdota para la mayoría. Cabe la posibilidad de que no le caigamos bien ni al mismísimo dios. Esa es nuestra ventaja, nosotros ya lo sabemos.
  6. No tenemos nada que perder porque ya lo hemos perdido todo: nos relegaron a la cara b del fútbol, reescribieron nuestro relato y limitaron nuestra capacidad de influencia. Por eso somos tan peligrosos cuando caminamos por el alambre, somos libres.
  7. No esperes nada de nadie que no lleve la blanquiazul: nadie nos salvará de nosotros mismos. Haz o no hagas pero no esperes que nadie lo haga por ti.
  8. No busquéis razones para creer, no las hay. Sé que no crees en la salvación, yo tampoco. Es tan improbable lograrla como encontrar un solo argumento para explicar que el Espanyol siga existiendo. Y no hay más plan que volver a domar la fe para escribir otro renglón torcido. Y en eso ando yo con lo que me alcanza.
  9. Mañana no existe: disfruta cada previa, graba a fuego el recorrido hasta el vomitorio del estadio, memoriza cada detalle del paisaje a tu alrededor al tomar asiento… vive estos 6 meses como si fueran los últimos, porque tal vez lo sean.
  10. Y no olvides la primera regla del club: nosotros somos el club. A pesar de todo y de todos. Así que, aunque te maldigan en el minuto 15, arrastra a cada perico de tu entorno al estadio. Y si nunca han estado, ofréceles el mejor bautismo posible: la mayor orgía del desastre y el absurdo futbolístico que jamás conocerán.

Es el momento: deja tu fingida indiferencia en el armario y saca la bufanda del cajón, cuelga la blanquiazul en tu balcón, vuelve a tu peña, reúnete con los viejos amigos antes de cada partido y aplaude, canta, grita, anima y abraza a extraños con cada brizna de esperanza.

Nadie te lo agradecerá pero nunca te lo perdonarías.

Acepta las reglas y únete al #RCDEdelalucha.

Empezamos.

Películas contra la nostalgia: visionado anual obligatorio

Películas para ver una vez al año
Imagen de Igor Ovsyannykov en Pixabay

Nostalgia es una palabra de origen griego que describe el anhelo por un momento o situación pasada. Es querer volver a ese instante en el que, como decía Don Draper, fuimos felices. Sucede con muchas situaciones en la vida pero el cine, como la literatura o la música, son creadores de momentos en los que nos gustaría quedarnos a vivir.

Los motivos que llevan a una obra a convertirse en una pieza de culto para cada uno de nosotros son absolutamente subjetivos pero existen ciertos patrones generacionales, culturales o regionales que pueden influir en que ciertas películas se conviertan en fetiche de visionado anual obligatorio.

En mi ranking personal hay un lugar destacado para Interstellar porque abre mi mente a un universo irresoluble que me ha apasionado desde que soñaba con ser astronauta. El metraje de Nolan me hace reclasificar todas mis ocupaciones y preocupaciones, como un zoom out infinito que me lleva a perderme de vista a mí mismo y por eso recurro al menos una vez al año a ella. Por otras razones y para otros momentos, las dos películas de ‘Solo en casa‘ (+1), como la de ‘Atrapado en el tiempo’ me devuelven a lo mejor de la Navidad aunque estemos a 40 grados y ‘Drive‘ me sabe a madrugada, mi momento del día desde siempre.

He lanzado esa misma pregunta en twitter y este es el resultado: a pesar de la inagotable oferta de cine y serie en la que nadamos, algunas personas siguen volviendo una y otra vez a esa película que les transporta a aquel lugar inolvidable (para ellos). Iré ampliando el listado con las respuestas que compartáis para que tengamos un repositorio de analgésicos para las nostalgias de cada cual: Seguir leyendo “Películas contra la nostalgia: visionado anual obligatorio”

Discurso de graduación MIB 2019: realistas digitales

Discurso Sergio Aguilar graduación MIB

Segunda parte (la primera no es apta para todos los públicos) del discurso de graduación realizado en Córdoba como afortunado representante de los alumnos de Barcelona del Master en Internet Business (MIB) de ISDI 2019.

Todos tenemos o vamos a tener responsabilidades laborales. Muchos ambicionamos tenerlas. Y es legítimo, pero la responsabilidad no se delega. Nuestra valentía no se medirá por la dimensión de las propuestas que aceptemos o propongamos sino por dar la cara cuando las cosas no vayan bien. Y a veces no irán bien.

Ser valiente es cumplir nuestra palabra, en mirar a los ojos y es ponernos en la primera línea durante la batalla y en la última para la entrega de medallas. Porque liderar es ser ejemplar.

Hoy me gustaría pensar que frente a mí estáis sentados los líderes de una transformación profunda que va más allá del digital. Una transformación en la que las palabras integridad, innovación y valentía se interpretan desde la vocación de servicio y no como retórica vacía.

Puede que las personas que hoy tenéis sentadas a vuestro lado no sean el próximo Steve Jobs, o sí. Pero por encima de eso, lo importante es que sean personas ejemplares de las que podremos estar orgullosos. Os pido que seamos esas mujeres y hombres de los que enorgullecernos.

Hemos llegado hasta aquí buscando redescubrir nuestros límites y estoy seguro de que seguiremos haciéndolo, en parte gracias a que hemos tenido buenos profesores, posiblemente los mejores en sus respectivas áreas. Hacer honor a lo que nos han enseñado requiere que exhibamos un espíritu crítico implacable. Porque la educación es eso, la combinación de cultura y espíritu crítico para hacer avanzar a la sociedad en la que crecerán nuestros hijos (y conste que no estoy animando a nadie a que se ponga al tema hijos esta noche); educación es cuestionarnos sin piedad las verdades heredadas y es, en última instancia y como máxima expresión de respeto y reconocimiento: rebelarnos ante esos mismos maestros que nos han mostrado la luz.

Por eso hoy, aquí, niego la mayor: ninguno de nosotros puede ser solo un optimista digital; somos la primera generación miber de realistas digitales. Todos hemos conocido las inmensas oportunidades y también los riesgos que supone la acelerada era digital en la que nos adentramos. Ser coherentes con ese conocimiento adquirido entraña la responsabilidad de usarlo para mejorar la vida de nuestros vecinos siendo también conscientes de las amenazas.

Quienes estamos hoy aquí hemos nacido en el lado bueno de la vida. Con nuestras alegrías y desgracias pero nos ha tocado habitar en un lugar y un momento privilegiado. La vida nos ha sonreído, así que devolvamos la sonrisa. Actuemos con responsabilidad y humildad, no miremos hacia otro lado ante los desafíos de nuestra sociedad, usemos lo aprendido en las horas que le hemos robado a nuestras familias para ayudar a construir un lugar más justo y sostenible, empleemos el talento de esta sala en causas que lo merezcan. Y no olvidemos el camino solo porque circunstancialmente lleguemos al destino.

Así que como mensaje final, os invito a hacer que nuestros compañeros y profesores se sientan orgullosos de nosotros, no solo por lo que logremos, sino por cómo lo logremos. Y en segundo lugar, os invito a que seamos realistas y luchemos por lo imposible.

Gracias,